«No encuentro trabajo por ningún lado y me he visto abocado a vivir en la calle. No me puedo mover mucho porque tengo al perro, y no lo puedo dejar sólo abandonado.»
Emilio García Ranz / santa María del Páramo.- Se llama David Arque García, tiene 33 años, y es un sin techo.
Conocimos su historia a raíz de una chica que nos llamó desde Santa María del Páramo, que nos dijo que había hablado con él y se había hecho amiga de él –del mendigo– y de su perro, y nos pedía ayuda para que publicásemos algo, ya que había gente que se metía con este chaval que pide en la calle. Y que algunos vecinos lo querían echar de donde estaba pidiendo limosna. «Les molesta el perro, porque a veces ladra. Ya han llamado varias veces a la policía y a la guardia civil» nos decía Ana apenada por el obrar de algunos humanos. «No molesta a nadie» –nos decía hablando del mendigo y de su perro–. «El perro no ladra por la noche, sólo de día, cuando echa de menos al amo… que a veces tiene que ausentarse un rato.» Nos decía indignada.
«La Bañeza Hoy» fue esta última semana por allí y comprobó que aunque se ha dado el caso de que hay algunas personas a las que este chico que vive en la calle, les molesta, otras lo quieren bastante. «Es un buen chico» –nos decía el pasado lunes una mujer–. «Sí. Un chico con su perro. Lo he visto por ahí. Si no está en los soportales de la Iglesia suele parar en el bar Danubio» nos decía una joven desde una farmacia cercana a la Iglesia de Santa María el pasado lunes cuando fuímos en búsqueda del mendigo. Entonces dimos varias vueltas a la Iglesia, miramos los soportales del ayuntamiento, pero no lo encontramos. Pero sí pudimos hablar con él el pasado viernes, en el bar Danubio, donde le invitamos a un café y nos contó su historia.
«Tengo que empezar dando las gracias a los vecinos de Santa María del Páramo por lo bien que me han acogido» –nos empieza contando David, el sin techo (le pregunto cómo prefiere que le llame si 'mendigo' o 'sin techo' y me dice que le dá igual–. «¿Que hay gente intolerante a las que les molesta el perro porque ladra, también. –nos continúa diciendo– Pero el perro es muy bueno, no hace daño a nadie, y si alguna vez ladra es porque me echa de menos. Y es que a veces tengo frío y entro a tomar un café o me dan de comer en el bar y no puedo meter al perro, que se queda ahí quieto en la acera. Y claro, cuando le cunde ladra, para llamarme.
Es un cachorro –nos habla David de su perro expresando un gran cariño hacia los animales–. Tiene once meses. Estamos los dos juntos (sonríe). El cachorro lleva conmigo desde que tenía doce días. Me le dieron (dice alegre recordando otros tiempos y otra situación bien distinta: en apenas un año la vida le ha cambiado a peor).
P.:–¿Cómo se llama el perro?
R.:–Demon.
P.:–Luego salimos y me dejas hacerte unas fotos con él. (le digo)
R.:–Es un gran compañero y un buen amigo. Es hiperactivo –nos continúa David hablando de su perro, su fiel compañero, que no le ha abandonado en esta época de calamidades y que sigue a su lado fiel e inseparable, soportando juntos el clima y las miradas de desprecio de alguna gente–.
P.:–¿Y los amigos personas? –le pregunto.
R.:–Amigos, amigos… se pueden contar con los dedos de una mano y te sobran dedos –nos responde.
P.:–Bueno, el perro no te ha abandonado. Es un gran amigo que te ha sido fiel y leal y pasa contigo este momento de adversidades. Te dá cariño, compañía e igual a veces te ha dado hasta calor, si has tenido que dormir en la calle.
R.:–Más que calor me dá compañía y protección también.
R.:–He de decirte que el párroco de aquí es muy buena gente. Me ha dado un techo donde dormir. Me dejó la parte de abajo del campanario y ya puedo dormir bajo techo.
P.:–Pues ¡menos mal! Porque con el frío que ha hecho esta semana, y la helada que cayó el pasado jueves!.. si no tienes techo igual apareces muerto congelado!
R.: –Antes dormía en una tienda de campaña de esas que se montan fácilmente, pero la tenía montada ahí puesta y me la debió pillar un vehículo, la pasó por encima un coche o una furgoneta, y la dobló unas varillas y ahora no se puede arreglar. Hay gente, unos chicos, que se han ofrecido para juntar dinero entre todos y comprarme una nueva tienda de campaña para que no tenga que dormir a la intemperie, pero mientras, desde hace tres días, estoy durmiendo resguardado gracias al párroco del pueblo.
P.:–Tú ¿de donde eres?
R.:–Yo, de Barcelona
P.:–¿Y cómo has terminado por aquí?
R.:–Me vine a trabajar… y me quedé en paro.
P.:–Vayaaaaa. Lo siento
R.:–Yo estuve en Burgos trabajando en un restaurante de ayudante de cocina. Y luego estuve en Londres varias veces. Siempre trabajando de camarero o de ayudante de cocina. Sé hablar inglés, italiano, y algo de alemán. (No oigo esto con el ruido del bar hasta que luego pongo de nuevo la grabación).
Estuve en Benavente y luego cerca de Foncebadón trabajando. El último trabajo que tuve fue en Santovenia del Esla, en un restaurante de carretera que estaba a 5km. del pueblo. Hasta que me quedé sin empleo y he terminado en la calle. Vine de Foncebadón hasta Astorga andando y desde allí en vez de subir por el Órbigo fui a La Bañeza y he recalado hace poco en Santa María del Páramo, donde te tengo que decir que –salvo algunas excepciones de gente que se ha quejado porque les ha molestado el perro con sus ladridos–, el resto de gente me ha tratado muy bien. Me siento muy querido y quiero aprovechar tu periódico para agradecérselo a la gente.
No encuentro trabajo por ningún lado y me he visto abocado a vivir en la calle. No me puedo mover mucho porque tengo al perro, y no lo puedo dejar sólo abandonado.
P.:–¿Y no tienes familia a la que recurrir?
R.:–Para recurrir no, a parte están todos en Barcelona.
P.:–¿Tienes mujer o hijos?
R.:–No
P.:–¿Y padres?
R.:–Padressss. (pone una cara de resignación). No saben nada de mí ni de que estoy atravesando esta situación.
P.:–¿Y por qué no vuelves con ellos? –David nos suelta un 'no' rotundo que me lleva a preguntarle ¿discutiste con ellos? (y asiente dando a entender que la relación no era buena.) Pero –le pregunto– ¿mejor estarías con ellos que viviendo en la calle?
R.:–Bueno, yo no siempre he estado en la calle. He tenido altibajos. He ganado dinero para poder dormir en una pensión cuando tenía trabajo. El único problema es que ahora la hostelería ha bajado mucho y no encuentro. A mí un trabajito me solucionaría mucho ¿sabes? (dice deseando que alguien que lea esta entrevista sobre su historia, le contrate, a la par que nos dá un currículum vitae con el nombre de una docena de bares y restaurantes donde ha estado.) Lo hice en el ciber –nos dice hablando del currículum–.
P.:–Pena, sé que hace un par de semanas un bar de La Bañeza buscaba camarero para fines de semana.
–A David se le abren los ojos de ilusión al oír a hablar de trabajo. No es, como alguien pudiera imaginar, un chaval que no quiere hacer nada o un vago que quiere vivir de la caridad. Él –dice– siempre ha estado toda la vida trabajando hasta que se le acabó el empleo–
R.:–Estuve buscando también por La Bañeza pero no he encontrado nada (dice con resignación).
P.:–Hombre, igual al verte así, un poco desaliñado, despeinado…en una entrevista de trabajo donde requieren presencia…
R.:–Es cierto, pero ¿qué le voy a hacer? Estoy de vivir en la calle… Ha habido un tiempo que no he podido ducharme. No tenía donde –reconoce–. Ahora sí. Me he duchado. Y ha habido gente que se ha ofrecido a lavarme la ropa.
P.:–¿Ropa? ¿Con lo puesto?
R.:–Bueno, tengo algo más, tengo una mochila que ahora está un poco rota en la que llevo algo de ropa para cambiarme.
R.:–Yo empecé a trabajar en 2.001 en la hostelería. Me fui a Londres, me tiré unos años yendo y viniendo… Viajaba. Ahora voy andando.
P.:–Para vivir y estar una temporada en Londres ¿tendrías que saber inglés? (le pregunto sorprendido)
R.:–Sí, inglés e italiano los entiendo bien. Incluso un poco el alemán.
P.:–(yo me siento perplejo e incrédulo)… Pues si sabes inglés, ya sabes más que yo, que yo apenas lo hablo.
P.:–¿Sacas para vivir con las limosnas que te dá la gente? ¿Te llega para comer? ¿Cuanto te pueden dar más o menos?
R.:–Bueno, depende del día… Pero para comer saco, al perro no le falta para comer tampoco. La gente de un pueblo es mucho mejor que en una gran ciudad, con diferencia. Estuve en León comiendo en un comedor social y durmiendo en un albergue, y allí te encuentras de todo. Por la calle hay muchos tipos de gente y de mendigos. No somos todos iguales. Yo no bebo ni me drogo. Hay otros que beben vino blanco del peor, ese que es alcohol solo, que parece alcohol de quemar. Están tan quemados que igual ya no tienen esperanza y sólo quieren olvidar sus penas, su situación y sus calamidades.
P.:–¿Y no es mejor para un 'sin techo' como tú estar en una gran ciudad donde hay comedores sociales, albergues?
R.:–Yo me siento mucho mejor tratado en un pueblo. En sitios pequeños, como Santa María del Páramo, la gente es más cercana, más caritativa. En las grandes ciudades pasan por donde estás pidiendo limosna con indiferencia, sin echarte nada y sin mirarte a la calle, como si fueses una mierda o un objeto parte del paisaje o, simplemente, como si no estuvieses allí, como si no existieses.
P.:–He de reconocer que cuando vine aquí buscándote no me sabía lo que me iba a encontrar. Podías haber sido un 'drogata' o un vago –le digo.
R.:–Y haberlos hálitos, y son los que nos dan mala fama. Por ellos igual a otros nos niegan la ayuda o la limosna la gente y cuando pasan al lado de tu cesta porque no les queda más remedio al andar por la acera, miran para otro lado. Yo he visto quien saca un euro y lo gasta en un cartón de vino. Yo no bebo, hombre, quizás una cerveza… pero no me emborracho. Yo el dinero que me van dando lo estoy guardando en una hucha que me guarda esta chica del bar que es muy maja y que me da de comer. Y espero salir de esta. Estoy ahorrando y una vez que tenga 200 euros igual puedo ir a alguna parte, coger un autobús. O ya te puedes meter en un sitio (pensión, hostal) para dormir. Yo estoy saliendo de cero y espero superar este momento malo, esta situación.
P.:–¿Cómo te viste tú en la calle de un día para otro?
R.:–Es que no es de un día para otro. Yo desde que salí de Barcelona en 2001 he tenido mis altos y bajos. Esta no es la primera vez que me veo en la calle.
P.:–¿Y cómo fue la primera vez?
R.:–Fue un dramón. Yo me sentí desnudo. Me acuerdo la primera vez que entré en un albergue de caridad y me asusté de lo que se veía allí dentro, de las personas en mi situación y sus dramas.
La vida en la calle es muy dura.