Centro Nuestra Señora del Valle: Grandes personas
4 de julio de 2000
«La Bañeza Hoy» acudió la pasada semana a la fiesta del centro Ntra. Sra del Valle y allí descubrimos una pequeña ciudad de 131 residentes, situada en la carretera de Sanabria, a 2,5 kilómetros de La Bañeza, poblada de grandes personas, llenas de cariño y buenos sentimientos; y hablamos con su director y decidimos volver para conocer más de cerca cómo es la vida aquí. Y así lo hicimos el pasado jueves a las cinco de la tarde.
Emilio García Ranz.- Se llama Blanca y es una de las 131 personas residentes en el Centro Nuestra Señora del Valle. Está aquí por padecer diversas discapacidades psíquicas, pero ella tiene su autonomía y es capaz de llevar una vida normal dentro de lo que cabe.
Vive en un pequeño apartamento individual dentro de la residencia, en el pabellón Arco Iris, y cuando nos vé llegar enseguida nos saluda; antes Alejandro, el director del centro que nos acompaña durante toda la visita, nos ha presentado.
–«Hola Emilio», –dice Blanca.
–¿Nos enseñas la casa? –la pregunta Alejandro. Y ella enseguida nos hace pasar. En una pequeña salita Blanca estaba haciendo un collage. Dice que se ha quedado dentro porque afuera hace mucho calor. Son las cinco y media de la tarde y el sol calienta fuerte en el exterior.
Blanca se interesa por su madre, ya mayor, que ahora está enferma, y le pregunta a Alejandro por ella, a ver si le ha llamado o si vendrá a verla. –Vendrá a verme ¿no?
–Sí, –responde Alejandro–, cuando pueda. Blanca desea saber de sus parientes y de sus seres queridos y se preocupa por su madre, quien no hace mucho vino a verla.
Blanca tiene 45 años y lleva viviendo en esta residencia, desde que se fundó en 1.986 aunque antes vivió en otro centro. Bromeamos con su edad, porque Alejandro la echaba 46 años, y ella, coqueta, no quiere que la pongan años encima.
Nos despedimos de Blanca y continuamos la visita por los pabellones de Nuestra Señora del Valle. Hoy no están todos los residentes, muchos de ellos han ido de excursión a la playa, pero aún así en el centro hay bastante actividad.
Alejandro nos presenta a Montse, una de las cuidadoras. Montse nos recibe y nos presenta a algunos de los residentes de esta zona de agudos. Enseguida uno de ellos –que no puede hablar– se nos acerca y nos pide por señas que le demos un beso. El resto sigue el partido de la Eurocopa, viviendo el fútbol intensamente, como cualquier otro aficionado lo haría: juegan Holanda e Italia.
Algunos de los residentes descansan en la terraza. En esta zona muchos están en sillas de ruedas ya que padecen ambos tipos de discapacidades: físicas y psíquicas, pero se defienden bien con la silla, y por si acaso tienen a un cuidador que les ayuda a hacer todas las tareas que ellos por sí mismos no son capaces de realizar.
-¿Cual es la labor de un cuidador-educador? –le preguntamos a Alejandro.
–«Pues en estar todo el día con el residente acompañándolo a todos los sitios. Es llegar a donde no llega él, pero sin hacer lo que él es capaz de realizar. A unos habrá que vestirles porque no pueden hacerlo, a otros se les ayuda a abotonarse la camisa porque no pueden abrochársela pero se les deja que se vistan el resto. Un educador nunca hace cosas que el residente puede hacer, sólo le ayuda en las que no puede hacer. Además el educador les enseña cosas, como a comer, a manejar una cuchara, a atarse los cordones. Todo para que vayan ganando en autonomía.» –explica Alejandro hablando que «aquí los logros son pequeñitos» por la gravedad de los pacientes. «Enseñar a una de estas personas a atarse los zapatos te lleva igual tres años; que lleve una cuchara a la boca un año, pero es una gran satisfacción cuando se logran estos pequeños objetivos.»
LA ZONA DE LOS NIÑOS
Mientras Alejandro nos iba explicando cosas sobre el centro Ntra. Sra. del Valle y enseñándonos instalaciones (como por ejemplo las ‘salas de estimulación multisensorial’ –zonas de juego y relajación en donde disfrutan los internos en camas de bolas (como las de los parques infantiles) y escuchando música relajante tipo Enya)–, nos hemos ido acercando a la zona de los chavales.
En el Pabellón Arco Iris, en la zona naranja, están internados los más pequeños del centro. Son niños de 13,14, 15 y 16 años. Hay dos cuidadoras con ellos que en este momento estaban haciendo los horarios. En la sala, en la que se escucha una alegre música, los jóvenes estaban haciendo diversas actividades. Alejandro nos explica más cosas sobre los niños y nos enseña sus habitaciones.
Abandonamos el pabellón. En su entrada, al lado de la puerta de color naranja que le dá nombre hay una pared llena de dibujos realizados por los muchachos.
El Centro Residencial Nuestra Señora del Valle para minusválidos psíquicos gravemente afectados se inauguró en el año 1.986. Desde entonces se fue llenando paulatinamente hasta albergar a 90 residentes, que en 1.995, con la ampliación, pasarían a ser 131. Unas 116 personas, entre educadores, personal de limpieza, lavandería, jardinería, mantenimiento, ... etc. se encargan del cuidado de las instalaciones y de los residentes durante las 24 horas del día. «Un número que podría parecer excesivo (casi un empleado por interno) pero es que aquí los disminuídos es donde residen y trabajan.» Nuestra Señora del Valle es una pequeña ciudad con sus apartamentos, zonas residenciales, zonas de trabajo (talleres), zonas de ocio y juegos (teatro, gimnasio, piscinas,...) y zona de servicios (cafetería).
El centro está abierto todo el año, y aunque sus residentes son fijos –la población permanece estable y de por vida–, en periodos vacacionales algunos internos marchan con sus familias a pasar el vera-no, y otros llegan y ocupan sus plazas durante unos meses.
UNIDAD GERIATRICA
Actualmente el 36% de los residentes –el mayor porcentaje– tiene entre 18 y 29 años. Sin embargo, aunque los jóvenes son la mayor parte de la población actual, la población va poco a poco envejeciendo, por lo que Alejandro, director del centro, prevé que en breve haya que crear Unidades Geriátricas, que consistirían en adaptar alguno de estos módulos, para las personas mayores, para sus problemas de mobilidad, y a la vez habría que preparar a los educadores para atender a este tipo de personas. En esto, según Alejandro, comenzarán a trabajar el próximo mes de septiembre.
Alejandro García Montiel, actual director de este centro residencial, comenzó trabajando de educador. Durante 13 años él se encargaba de cuidar a estas personas, y hace unos diez años, cuando el anterior director tuvo que irse a Holanda, fue nombrado para sustituirlo.
«Esto de alguna manera en-gancha», comenta Alejandro director del Centro Nuestra Señora del Valle. «Una vez que te has relacionado con ellos te das cuenta del cariño que estas personas son capaces de proporcionar» –añade comentando que «Una vez que estás aquí, que has convivido con estos chicos, ya no puedes ‘escapar’», y que la gente que entra a trabajar en el centro, aunque sea por dos meses en verano, siempre guarda un grato recuerdo de esta experiencia.
La evolución del centro ha sido constante pero lenta. El número de residentes ha crecido tras crearse el nuevo pabellón en el año 95. Ahora está en marcha un nuevo módulo pequeño de seis habitaciones «que se ha hecho no con el fin de ampliar la capacidad del centro, sino de disponer de habitaciones individuales para aquellas personas que necesitan una mayor independencia al poder disponer de una mayor autonomía.» –nos explica.
El Centro Nuestra Señora del Valle da cobertura a toda la provincia de León. No es el único, pero es el que alberga los niveles de deficiencias más severas y profundas.
LA VIDA EN EL CENTRO
«Los internos comienzan por la mañana realizando diversas actividades. Se levantan, se asean y van a desayunar. Y después comienzan a trabajar en los talleres y a realizar diversos tipos de actividades. Pretendemos que su vida sea lo más normalizada posible»– nos explica Alejandro comentándonos a grandes rasgos lo que puede hacer un interno desde que se levanta hasta que se acuesta.
El centro es como una pequeña ciudad, y el estar en diferentes pabellones donde se duerme y donde se trabaja hace más agradable y normal la vida de los residentes.
Estos trabajan en talleres de velas, de madera en los que se hacen cajas que venden, «hay un taller de jardinería, hay otro taller de envasado de productos y otro de reciclado de papel. Los talleres son lugares que pretendemos que sean unos centros de trabajo donde se realizan actividades de una forma sencilla, donde personas con diferentes discapacidades puedan realizar un trabajo productivo y sentirse útiles. Su fin no es la producción.»
De hecho, según nos explican a lo largo de la visita al centro, hay residentes que se desorientan si les cae un día festivo entre semana y no pueden ir a trabajar, a hacer lo que les gusta y donde se siente útiles para la sociedad.
LA PISCINA
El centro dispone de una piscina climatizada con suelo móvil regulable a diferentes alturas. «La piscina favorece mucho a estas personas –nos explica Alejandro–, no sólo es buena a su cuerpo, ya que mejoran físicamente, sino que también es allí donde se establecen relaciones sociales con residentes de otros pabellones.»
INTEGRACION
Uno de los principales objetivos del Centro Ntra. Sra. del Valle es la integración. «La distancia a la que nos encontramos con La Bañeza lo hace un poco difícil, pero a lo largo del año realizamos diversos tipos de actividades en las que participan los chavales, como es el certamen de teatro que tuvo lugar en Ramsés y la Ronda Ciclista Internacional que se celebró hace poco. Todos los años participamos el los carnavales de La Bañeza.» explica Alejandro «pero el gran día del centro en el que La Bañeza se une y se integra es el día de la fiesta. En esta jornada de puertas abiertas la ciudad se une con estos muchachos y vé y comprueba que aquí hay grandes personas, olvidándose de los prejuicios al conocer a los internos.» Gracias a esta fiesta, según Alejandro, el recelo inicial que había al verles cuando bajaban a la ciudad hoy ha desaparecido.
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