UN DIA EN UNA CENTRAL DE EMERGENCIAS DE ESPAÑA
112 Emergencias
Aprovechando las vacaciones, un equipo de ‘La Bañeza Hoy’ se trasladó el pasado mes de Diciembre por unos días a la capital de Vizcaya, Bilbao. Allí estuvimos un día con un equipo de emergencias y vivimos intensas situaciones.
Vizcaya posee, desde hace muchos años, una central de emergencias a la cual los ciudadanos podían solicitar cualquier tipo de ayuda (ambulancias, policía, bomberos) con sólo llamar al 088. Ahora, tras la entrada en Europa, el 088 es el 112.
Si alguna vez te encuentras en una situación de emergencia sólo descuelga un teléfono, marca el 112, y todo un complejo equipo se movilizará para prestarte ayuda inmediata. En tan sólo 2 minutos una ambulancia llega a cualquier punto de la ciudad.
E. García BILBAO.– Son las tres de la tarde. Estamos en Bilbao, la antigua capital in-dustrial del Nervión ahora mundialmente por el famoso museo de arte contemporáneo, el Guggemheim.
Estamos el la Alameda San Mamés número 33, es la sede de la DYA, una central de ambulancias que cada año atiende y traslada a los hospitales vizcaínos a cientos de personas.
En su interior se encuentran Rosi, Carmen, Iñigo e Iñaki. Son el equipo que ha entrado de guardia. A partir de estos instantes, y durante siete horas, puede pasar de todo.
Tras el mostrador de la entrada está Rosi, ella lleva muchos años siendo operadora de emergencias. Sus manos, siempre ágiles, atienden al minuto las llamadas del teléfono.
“Central DYA dígame”.-dice nada más descolgar el aparato. Son las tres y dos minutos y acaban de llamar desde un piso del centro, una persona mayor se encuentra muy mal y su hija pide una ambulancia. No sabe lo que le pasa pero parece grave. La hija está muy asustada.
Rosi ya ha dado el aviso. Iñigo, el conductor, ya está en la ambulancia. Carmen, la médico, coge el maletín, e Iñaki, el socorrista, entra a todo meter. La ambulancia se ha puesto en marcha. Los rotativos giran dando una luz amarilla intensa. La sirena suena, los coches se paran, la ambulancia corre rauda y veloz por la calle hasta la plaza Indautxu.
Emergencia
-“Treinta primera para SOS” , dice Carmen por la radio del vehículo.
-“Adelante, treinta primera”, le contesta el Centro Coordinador de Emergen-cias.
- “Nos dirigimos, en estado tres, a la calle Gran Vía número once, una persona mayor se encuentra inconsciente”
- “Recibido, 30 primera”.
Mientras todo esto sucedía Iñigo esquivaba los coches. Estamos en Gran Vía. Iñaki, desde su asiento mira los números de los por-tales, mientras se pone los guantes blancos que estaban guardados en una caja en la guantera.
Carmen da instrucciones a la vez que coge de nuevo la radio. La sirena retumba en la Gran Vía abriéndose paso entre la multitud que cruzaba un paso de peatones. “El 3, el 5, el 7, el 9...”
Ya estamos llegando, es el siguiente portal.
-“Coge el maletín y el ambú” -ordena Carmen.
-“Treinta primera para SOS, estado cuatro”-dice.
Número once de Gran Vía. Iñigo ha parado la ambulancia y se queda junto a la radio. Iñaki y Carmen ya han salido. Iñaki ha abierto el portón lateral de la ambulancia mientras Carmen llama al portero automático. Iñaki, carga el maletín -que es como una bolsa de deporte grande y naranja-, y con el otro brazo alcanza el ambú (aparato para insuflar aire).
-“Sí, ¿Quién es?” -se oye al otro lado del portero automático.
-“Ambulancia”-dice Carmen.
La puerta se abre y médico y socorrista corren hasta el cuarto piso. No hay tiempo para esperar ascensores, la cosa puede ser grave.
Con varios kilos de peso al hombro Iñaki llega al cuarto piso. La puerta está abierta, una mujer llorosa los recibe.
-“Rápido, dense prisa, es allí, está muy mal...” dice entre sollozos la hija.
Carmen e Iñaki llegan a la sala de estar, allí una mujer yace inconsciente en el suelo de madera.
-“Rapido, ambú”.
Carmen, que subía en sus manos el desfibrilador (un aparato para reanimaciones cardiacas) conecta los cables a los electrodos, Iña-ki ya ha puesto las pegatinas y está insuflando oxígeno. Carmen llama por walkie-talkie a Iñigo para que suba la camilla.
-“Hay que trasladar” -dice.
Pero primero hay que sacarla de la parada. Todo está en marcha. No han pasado ni dos minutos desde que la central recibió la llamada y ya hay un completo equipo médico reanimando a la mujer inconsciente.
Ha sido un paro cardiaco. Carmen coge instrumental del maletín que ha subido Iñaki, mientras Iñaki observa el monitor y da aire a la paciente. Carmen hace el masaje y ya está aquí Iñigo con todo.
Hay veces en las que no es necesario trasladar al paciente al hospital, y por ello el conductor se queda abajo, atento a la radio, mientras médico y socorrista atienden al herido. Si hay que trasladar el conductor sube la camilla o el instrumental que haga falta. No se puede perder tiempo subiendo y bajando escaleras.
Las ambulancias son UVIs móviles, un pequeño hospital, un centro médico en miniatura con todo tipo de instrumental (desde collarines hasta vendas y sueros de todo tipo), y al domicilio siempre se sube lo imprescindible, el maletín naranja de primeros auxilios y el ambú.
Si se prevé que puede ser algo grave se suben más cosas, vendas, sueros, etc.
Desde el primer momento Carmen intuía que podía tratarse de un paro cardia-co, y por eso, esta vez, subió el desfibrilador (para hacer electros y monitorizar al paciente, y ver el estado del corazón, su pulso, si hay latidos o no, su respiración). En este caso Carmen también ha cogido una botella portátil de oxígeno, más eficaz que el ambú, y ya se lo ha puesto a la paciente. En el maletín naranja hay tubos, mascarillas, de todo.
Mientras Carmen e Iñaki reaniman a Conchi, Iñigo hace ahora de Auxiliar, dispensando todo el instrumental necesario.
En estos casos, cuando hay una persona inconsciente, el servicio de emergencias del País Vasco suele trasladar a dos ambulancias, una que llega primero y otra que llega inmediatamente después. Dos médicos pueden hacer más cosas que uno solo, y seis personas son mejor que tres, pero esta vez no ha llegado la otra ambulancia, igual está en otra emergencia, y no se puede esperar.
Carmen cuenta en alto mientras hace el masaje cardiaco. “Uno, dos, tres...” Cuando no hay bombona de oxígeno esto sirven para coordinar las labores médico-socorrista, y sincronizar cuando le toca al otro insuflar aire por el ambú.
Una sola persona puede también hacerse cargo de una situación como esta, pero siempre dos son mejor que una.
Iñigo ha preparado la camilla al lado de la paciente pero hay que estabilizar a Conchi antes de trasladar-la, sería inútil llevarla a un hospital sin reanimarla, y médico y socorrista luchan por que el corazón de la anciana mujer vuelva a latir.
Iñaki está sudando, no de miedo, sino del trabajo que conlleva esta situación, pe-ro de repente el monitor da la señal de que Conchi, de nuevo, recobra el latido.
“Tiene pulso” -dice Carmen- “Ya respira”.
Conchi ha salido de lo peor. Su corazón vuelve a latir, pero hay que trasladarla al hospital para que la observen. Allí, en caso de una nueva parada, tienen un equipo médico más completo.
“A la de una, a la de dos y a la de tres. Iup!” Ha sido una voz al unísono. Los tres han cogido a Conchi y la han levantado en bloque para ponerla en la camilla. Suben las patas de la cami-lla y socorrista y conductor bajan por las escaleras -la camilla no entra en el as-censor- a Conchi, que pesa unos 80 kilos.
En los descansillos paran a respirar, pero ha de ser algo rápido. Carmen, mientras, coge todo el equipo que no utilizan para bajarlo. Llegan al portal, abren las dos puertas, y suben a la ambulancia, donde la conectan al oxigeno del vehículo, aunque respira Conchi tiene insuficiencia respiratoria y necesita que la proporcionen un extra de oxigeno.
La ambulancia ya ha salido con su sirena abriéndose paso entre le tráfico de la gran ciudad. Iñigo se pone en contacto con el hospital a la vez que Carmen e Iñaki vigilan a la paciente, que sigue monitorizada.
“Treinta primera para SOS, nos dirigimos a Basurto, solicitamos Sierra Unión” dice Iñigo por la radio.
En lenguaje de radioaficionados ‘Sierra’ corresponde a la letra ‘S’ y ‘Unión’ a la ‘U’, y esta llamada significa que piden Servicio de Urgencias.
Cuando llegan al hospital ya está todo preparado, y tras este aviso hay un equipo médico esperándoles con todo preparado. Los movimientos son rápidos. Conchi es conducida a una sala de urgencias, la médico de la ambulancia explica todo lo que se le ha hecho a la paciente, facilita los datos de la misma, y vuelve a la ambulancia. Misión cumplida y regresamos a la base. Iñaki se quita los guantes y los tira a la papelera, mientras Carmen, sentada junto a la radio, avisa a la central de emergencias que volvemos disponibles.
La ambulancia para en un semáforo. Vamos tranquilos, una vez acabada la emergencia es un vehículo sin prioridad alguna, y los ocupantes charlan de otros temas: una película del cine, hablan del fin de se-mana, de los amigos.... cuando, de repente.
-Pií, pi, pi, pi...
Es la radio de la ambulan-cia. Mala señal, eso significa que nos llaman, y si nos llaman es porque nos necesitan.
“Adelante” -dice Carmen
en respuesta a la llama
da del Centro Coordinador de Emergencias.
-“A ver, 30 primera, di-ríjase en estado tres a la calle Santuchu, se trata de un accidente de tráfico, la policía ya está en el lugar”. “Recibido, nos ponemos en marcha”
Y de nuevo la sirena vuelve a sonar. Los coches parados delante de nosotros ante el semáforo en rojo se apartan a los lados abriéndonos un carril central.
Iñigo, con mucho cuidado, pasa el cruce, ya que pueden venir coches por la calle transversal.
Minutos después llegamos al lugar del accidente, que está plagado de curiosos.
“Por favor, apartense” -dice Carmen.
Con la mochila naranja -el botiquín de primeros auxilios- al hombro, han bajado Iñaki y Carmen. Carmen ausculta al herido, un accidentado de moto, y pide un collarín. Iñaki sube a la ambulancia y lo trae. Carmen inmoviliza el cuello del accidentado. No parece nada grave, pero hay que trasladar ante posibles fracturas.
Iñaki baja la camilla de tijera e Iñigo ayuda a colocar al accidentado. Hay que moverle en bloque, para no agravar las posibles lesiones. Carmen le toma el pulso y comprueba su respiración.
Y vuelta al hospital.
La tarde parece estar algo ‘movida’ según dicen los miembros de la ambulancia, y es que hay veces en las que no se para. La DYA de Bilbao atiende a accidentados en la calle, como a enfermos de urgencia que están en sus casas o lugares de estudio o trabajo, y hay tardes en las que cuan-do entras ya no bajas de la ambulancia en siete horas.
Esta vez en el Hospital de Basurto ha habido que esperar. La ambulancia no puede partir sin que tenga todo el material, y estamos esperando por el collarín cuando de repente la radio vuelve a pitar.
Iñigo contesta: “Adelante”
- “¿Están ustedes disponibles?” -pregunta el 112, el Centro Coordinador de Emergencias-
- “Esperamos material”
Cuando han llamado sin que les demos el estado disponible es que no hay mas ambulancias libres y nos necesitan.
“Pues pónganse, en cuanto puedan, en estado tres a la Autopista A-8, dirección Santander, nos informan de una colisión”.
Iñaki ya ha entrado a llamar a Carmen, quien esperaba por el collarín que ya trae en mano, y los dos suben a la ambulancia deprisa. Según parece se trata de un accidente múltiple a la altura del kilómetro 6.
Cuando llegamos vemos que hay tres coches implicados. Seguramente ha si-do por la lluvia y el exceso de velocidad.
El accidente está en el carril contrario hay que dar la vuelta a la ambulancia, pero Carmen e Iñaki, cuan-do llegan al lugar del suceso, bajan de la ambulancia con el equipo básico mientras Iñigo va a dar la vuelta. Carmen se ha puesto el chubasquero, pues está lloviendo, e Iñaki ha cogido un chaleco reflectante y una linterna como las que lleva la guardia civil. Están sólos, son los primeros en llegar, y mientras acude la policía hay que regular el tráfico para evitar nuevos accidentes. Iñaki se encarga de ello y actúa de agente de tráfico haciendo señales luminosas con la linterna amarilla hasta que Iñigo llega. Mientras Carmen ya ha mirado los heridos y se ha parado con el que a su juicio está más grave. La policía no tarda en llegar y asume su papel. Iñaki vuelve a hacer de socorrista.
“Pide otra ambulancia” -di
ce Carmen a Iñigo.
Iñigo lo hace de inmediato y solicita al Centro Coordinador de Emergencias su envío. Los compañeros de Cruz Roja no tardarán en llegar, mientras Carmen atiende al conductor de un coche e Iñaki hace lo mismo con una mujer embarazada que iba de acompañante en otro de los vehículos involucrados en el accidente, y se queja de que la duele la espalda.
Iñigo saca el fernokit, un aparato para inmovilizar la columna vertebral y sacar en bloque a los acciden-ados de dentro de un vehículo, sin embargo no siempre se puede hacer. Hay veces en las que el herido queda atrapado por los hierros del coche y hay que llamar a los bomberos para que traigan el cortachapas. Esta vez no es necesario.
Nuestra ambulancia se hace cargo del conductor del coche, mientras Cruz Roja traslada a la embarazada.
La tarde se va pasando poco a poco, y esta vez por fin,
podemos llegar al puesto y bajar de la ambulancia.
Allí Carmen hace los partes de los traslados, Iñaki recoge la ambulancia y re-pone el material que se ha gastado, e Iñigo, el conductor, comprueba que todo funcione bien, que haya gasolina suficiente, etc.
Tras acabar estas tareas los tres entran a ver la tele, Carmen e Iñigo se ponen a jugar a las cartas mientras Iñaki lee el periódico del día.
“Si no la veis, apagad esa tele” -dice Rosi desde su puesto.
Hay veces en las que las emergencias se acumulan, y veces en las que pasas horas y horas en la sala de socorristas viendo tele o jugando a las cartas. La gen-te que hace varios turnos seguidos come allí, se calienta la cena en el microondas y hasta cocina.
El puesto es amplio. Además de la sala de curas y la emisora tiene una pequeña cocina, dos baños con duchas y habitaciones. De noche, los que Están de guardia duermen -cuando les dejan-. En fin, es una pequeña casa en la que conviven durante unas horas un socorrista, un médico, un conductor y la operadora de radio, quien se encarga de contestar al teléfono, recibir los mensajes del Centro Coordinador de Emergencias, y controlar en cada instante en qué lugar está cada ambulancia.
Hoy es laborable y sólo hay una ambulancia de guardia en nuestro puesto, aunque los domingos hay siempre dos ambulancias con sus dos equipos completos, dispuestas a salir en cualquier momento.
Hay veces en que son tres o más los vehículos que es-tan fuera, ya que si hay con
ciertos, fútbol, o eventos similares se desplaza otro equipo a esos lugares.
En fin, hay tardes en que la actividad es incesante y el puesto parece una jaula de locos. Pero son muchas las horas que allí se pasan y a veces surgen grandes amistades.
“Chicos, en marcha”-dice Rosi. Ninguno lo había oído, pero ha recibido un nuevo aviso. Se trata de una sobredosis en la calle San Francisco.
“Otra vez” -dice Iñaki.
La sirena se ha puesto en marcha con sus tres ocupantes. Todo vuelve a comenzar.
Publicado en el año 2000
jueves, 27 de marzo de 2008
martes, 25 de marzo de 2008
Ntra. Sra. del Valle
Centro Nuestra Señora del Valle: Grandes personas
4 de julio de 2000
«La Bañeza Hoy» acudió la pasada semana a la fiesta del centro Ntra. Sra del Valle y allí descubrimos una pequeña ciudad de 131 residentes, situada en la carretera de Sanabria, a 2,5 kilómetros de La Bañeza, poblada de grandes personas, llenas de cariño y buenos sentimientos; y hablamos con su director y decidimos volver para conocer más de cerca cómo es la vida aquí. Y así lo hicimos el pasado jueves a las cinco de la tarde.
Emilio García Ranz.- Se llama Blanca y es una de las 131 personas residentes en el Centro Nuestra Señora del Valle. Está aquí por padecer diversas discapacidades psíquicas, pero ella tiene su autonomía y es capaz de llevar una vida normal dentro de lo que cabe.
Vive en un pequeño apartamento individual dentro de la residencia, en el pabellón Arco Iris, y cuando nos vé llegar enseguida nos saluda; antes Alejandro, el director del centro que nos acompaña durante toda la visita, nos ha presentado.
–«Hola Emilio», –dice Blanca.
–¿Nos enseñas la casa? –la pregunta Alejandro. Y ella enseguida nos hace pasar. En una pequeña salita Blanca estaba haciendo un collage. Dice que se ha quedado dentro porque afuera hace mucho calor. Son las cinco y media de la tarde y el sol calienta fuerte en el exterior.
Blanca se interesa por su madre, ya mayor, que ahora está enferma, y le pregunta a Alejandro por ella, a ver si le ha llamado o si vendrá a verla. –Vendrá a verme ¿no?
–Sí, –responde Alejandro–, cuando pueda. Blanca desea saber de sus parientes y de sus seres queridos y se preocupa por su madre, quien no hace mucho vino a verla.
Blanca tiene 45 años y lleva viviendo en esta residencia, desde que se fundó en 1.986 aunque antes vivió en otro centro. Bromeamos con su edad, porque Alejandro la echaba 46 años, y ella, coqueta, no quiere que la pongan años encima.
Nos despedimos de Blanca y continuamos la visita por los pabellones de Nuestra Señora del Valle. Hoy no están todos los residentes, muchos de ellos han ido de excursión a la playa, pero aún así en el centro hay bastante actividad.
Alejandro nos presenta a Montse, una de las cuidadoras. Montse nos recibe y nos presenta a algunos de los residentes de esta zona de agudos. Enseguida uno de ellos –que no puede hablar– se nos acerca y nos pide por señas que le demos un beso. El resto sigue el partido de la Eurocopa, viviendo el fútbol intensamente, como cualquier otro aficionado lo haría: juegan Holanda e Italia.
Algunos de los residentes descansan en la terraza. En esta zona muchos están en sillas de ruedas ya que padecen ambos tipos de discapacidades: físicas y psíquicas, pero se defienden bien con la silla, y por si acaso tienen a un cuidador que les ayuda a hacer todas las tareas que ellos por sí mismos no son capaces de realizar.
-¿Cual es la labor de un cuidador-educador? –le preguntamos a Alejandro.
–«Pues en estar todo el día con el residente acompañándolo a todos los sitios. Es llegar a donde no llega él, pero sin hacer lo que él es capaz de realizar. A unos habrá que vestirles porque no pueden hacerlo, a otros se les ayuda a abotonarse la camisa porque no pueden abrochársela pero se les deja que se vistan el resto. Un educador nunca hace cosas que el residente puede hacer, sólo le ayuda en las que no puede hacer. Además el educador les enseña cosas, como a comer, a manejar una cuchara, a atarse los cordones. Todo para que vayan ganando en autonomía.» –explica Alejandro hablando que «aquí los logros son pequeñitos» por la gravedad de los pacientes. «Enseñar a una de estas personas a atarse los zapatos te lleva igual tres años; que lleve una cuchara a la boca un año, pero es una gran satisfacción cuando se logran estos pequeños objetivos.»
LA ZONA DE LOS NIÑOS
Mientras Alejandro nos iba explicando cosas sobre el centro Ntra. Sra. del Valle y enseñándonos instalaciones (como por ejemplo las ‘salas de estimulación multisensorial’ –zonas de juego y relajación en donde disfrutan los internos en camas de bolas (como las de los parques infantiles) y escuchando música relajante tipo Enya)–, nos hemos ido acercando a la zona de los chavales.
En el Pabellón Arco Iris, en la zona naranja, están internados los más pequeños del centro. Son niños de 13,14, 15 y 16 años. Hay dos cuidadoras con ellos que en este momento estaban haciendo los horarios. En la sala, en la que se escucha una alegre música, los jóvenes estaban haciendo diversas actividades. Alejandro nos explica más cosas sobre los niños y nos enseña sus habitaciones.
Abandonamos el pabellón. En su entrada, al lado de la puerta de color naranja que le dá nombre hay una pared llena de dibujos realizados por los muchachos.
El Centro Residencial Nuestra Señora del Valle para minusválidos psíquicos gravemente afectados se inauguró en el año 1.986. Desde entonces se fue llenando paulatinamente hasta albergar a 90 residentes, que en 1.995, con la ampliación, pasarían a ser 131. Unas 116 personas, entre educadores, personal de limpieza, lavandería, jardinería, mantenimiento, ... etc. se encargan del cuidado de las instalaciones y de los residentes durante las 24 horas del día. «Un número que podría parecer excesivo (casi un empleado por interno) pero es que aquí los disminuídos es donde residen y trabajan.» Nuestra Señora del Valle es una pequeña ciudad con sus apartamentos, zonas residenciales, zonas de trabajo (talleres), zonas de ocio y juegos (teatro, gimnasio, piscinas,...) y zona de servicios (cafetería).
El centro está abierto todo el año, y aunque sus residentes son fijos –la población permanece estable y de por vida–, en periodos vacacionales algunos internos marchan con sus familias a pasar el vera-no, y otros llegan y ocupan sus plazas durante unos meses.
UNIDAD GERIATRICA
Actualmente el 36% de los residentes –el mayor porcentaje– tiene entre 18 y 29 años. Sin embargo, aunque los jóvenes son la mayor parte de la población actual, la población va poco a poco envejeciendo, por lo que Alejandro, director del centro, prevé que en breve haya que crear Unidades Geriátricas, que consistirían en adaptar alguno de estos módulos, para las personas mayores, para sus problemas de mobilidad, y a la vez habría que preparar a los educadores para atender a este tipo de personas. En esto, según Alejandro, comenzarán a trabajar el próximo mes de septiembre.
Alejandro García Montiel, actual director de este centro residencial, comenzó trabajando de educador. Durante 13 años él se encargaba de cuidar a estas personas, y hace unos diez años, cuando el anterior director tuvo que irse a Holanda, fue nombrado para sustituirlo.
«Esto de alguna manera en-gancha», comenta Alejandro director del Centro Nuestra Señora del Valle. «Una vez que te has relacionado con ellos te das cuenta del cariño que estas personas son capaces de proporcionar» –añade comentando que «Una vez que estás aquí, que has convivido con estos chicos, ya no puedes ‘escapar’», y que la gente que entra a trabajar en el centro, aunque sea por dos meses en verano, siempre guarda un grato recuerdo de esta experiencia.
La evolución del centro ha sido constante pero lenta. El número de residentes ha crecido tras crearse el nuevo pabellón en el año 95. Ahora está en marcha un nuevo módulo pequeño de seis habitaciones «que se ha hecho no con el fin de ampliar la capacidad del centro, sino de disponer de habitaciones individuales para aquellas personas que necesitan una mayor independencia al poder disponer de una mayor autonomía.» –nos explica.
El Centro Nuestra Señora del Valle da cobertura a toda la provincia de León. No es el único, pero es el que alberga los niveles de deficiencias más severas y profundas.
LA VIDA EN EL CENTRO
«Los internos comienzan por la mañana realizando diversas actividades. Se levantan, se asean y van a desayunar. Y después comienzan a trabajar en los talleres y a realizar diversos tipos de actividades. Pretendemos que su vida sea lo más normalizada posible»– nos explica Alejandro comentándonos a grandes rasgos lo que puede hacer un interno desde que se levanta hasta que se acuesta.
El centro es como una pequeña ciudad, y el estar en diferentes pabellones donde se duerme y donde se trabaja hace más agradable y normal la vida de los residentes.
Estos trabajan en talleres de velas, de madera en los que se hacen cajas que venden, «hay un taller de jardinería, hay otro taller de envasado de productos y otro de reciclado de papel. Los talleres son lugares que pretendemos que sean unos centros de trabajo donde se realizan actividades de una forma sencilla, donde personas con diferentes discapacidades puedan realizar un trabajo productivo y sentirse útiles. Su fin no es la producción.»
De hecho, según nos explican a lo largo de la visita al centro, hay residentes que se desorientan si les cae un día festivo entre semana y no pueden ir a trabajar, a hacer lo que les gusta y donde se siente útiles para la sociedad.
LA PISCINA
El centro dispone de una piscina climatizada con suelo móvil regulable a diferentes alturas. «La piscina favorece mucho a estas personas –nos explica Alejandro–, no sólo es buena a su cuerpo, ya que mejoran físicamente, sino que también es allí donde se establecen relaciones sociales con residentes de otros pabellones.»
INTEGRACION
Uno de los principales objetivos del Centro Ntra. Sra. del Valle es la integración. «La distancia a la que nos encontramos con La Bañeza lo hace un poco difícil, pero a lo largo del año realizamos diversos tipos de actividades en las que participan los chavales, como es el certamen de teatro que tuvo lugar en Ramsés y la Ronda Ciclista Internacional que se celebró hace poco. Todos los años participamos el los carnavales de La Bañeza.» explica Alejandro «pero el gran día del centro en el que La Bañeza se une y se integra es el día de la fiesta. En esta jornada de puertas abiertas la ciudad se une con estos muchachos y vé y comprueba que aquí hay grandes personas, olvidándose de los prejuicios al conocer a los internos.» Gracias a esta fiesta, según Alejandro, el recelo inicial que había al verles cuando bajaban a la ciudad hoy ha desaparecido.
4 de julio de 2000
«La Bañeza Hoy» acudió la pasada semana a la fiesta del centro Ntra. Sra del Valle y allí descubrimos una pequeña ciudad de 131 residentes, situada en la carretera de Sanabria, a 2,5 kilómetros de La Bañeza, poblada de grandes personas, llenas de cariño y buenos sentimientos; y hablamos con su director y decidimos volver para conocer más de cerca cómo es la vida aquí. Y así lo hicimos el pasado jueves a las cinco de la tarde.
Emilio García Ranz.- Se llama Blanca y es una de las 131 personas residentes en el Centro Nuestra Señora del Valle. Está aquí por padecer diversas discapacidades psíquicas, pero ella tiene su autonomía y es capaz de llevar una vida normal dentro de lo que cabe.
Vive en un pequeño apartamento individual dentro de la residencia, en el pabellón Arco Iris, y cuando nos vé llegar enseguida nos saluda; antes Alejandro, el director del centro que nos acompaña durante toda la visita, nos ha presentado.
–«Hola Emilio», –dice Blanca.
–¿Nos enseñas la casa? –la pregunta Alejandro. Y ella enseguida nos hace pasar. En una pequeña salita Blanca estaba haciendo un collage. Dice que se ha quedado dentro porque afuera hace mucho calor. Son las cinco y media de la tarde y el sol calienta fuerte en el exterior.
Blanca se interesa por su madre, ya mayor, que ahora está enferma, y le pregunta a Alejandro por ella, a ver si le ha llamado o si vendrá a verla. –Vendrá a verme ¿no?
–Sí, –responde Alejandro–, cuando pueda. Blanca desea saber de sus parientes y de sus seres queridos y se preocupa por su madre, quien no hace mucho vino a verla.
Blanca tiene 45 años y lleva viviendo en esta residencia, desde que se fundó en 1.986 aunque antes vivió en otro centro. Bromeamos con su edad, porque Alejandro la echaba 46 años, y ella, coqueta, no quiere que la pongan años encima.
Nos despedimos de Blanca y continuamos la visita por los pabellones de Nuestra Señora del Valle. Hoy no están todos los residentes, muchos de ellos han ido de excursión a la playa, pero aún así en el centro hay bastante actividad.
Alejandro nos presenta a Montse, una de las cuidadoras. Montse nos recibe y nos presenta a algunos de los residentes de esta zona de agudos. Enseguida uno de ellos –que no puede hablar– se nos acerca y nos pide por señas que le demos un beso. El resto sigue el partido de la Eurocopa, viviendo el fútbol intensamente, como cualquier otro aficionado lo haría: juegan Holanda e Italia.
Algunos de los residentes descansan en la terraza. En esta zona muchos están en sillas de ruedas ya que padecen ambos tipos de discapacidades: físicas y psíquicas, pero se defienden bien con la silla, y por si acaso tienen a un cuidador que les ayuda a hacer todas las tareas que ellos por sí mismos no son capaces de realizar.
-¿Cual es la labor de un cuidador-educador? –le preguntamos a Alejandro.
–«Pues en estar todo el día con el residente acompañándolo a todos los sitios. Es llegar a donde no llega él, pero sin hacer lo que él es capaz de realizar. A unos habrá que vestirles porque no pueden hacerlo, a otros se les ayuda a abotonarse la camisa porque no pueden abrochársela pero se les deja que se vistan el resto. Un educador nunca hace cosas que el residente puede hacer, sólo le ayuda en las que no puede hacer. Además el educador les enseña cosas, como a comer, a manejar una cuchara, a atarse los cordones. Todo para que vayan ganando en autonomía.» –explica Alejandro hablando que «aquí los logros son pequeñitos» por la gravedad de los pacientes. «Enseñar a una de estas personas a atarse los zapatos te lleva igual tres años; que lleve una cuchara a la boca un año, pero es una gran satisfacción cuando se logran estos pequeños objetivos.»
LA ZONA DE LOS NIÑOS
Mientras Alejandro nos iba explicando cosas sobre el centro Ntra. Sra. del Valle y enseñándonos instalaciones (como por ejemplo las ‘salas de estimulación multisensorial’ –zonas de juego y relajación en donde disfrutan los internos en camas de bolas (como las de los parques infantiles) y escuchando música relajante tipo Enya)–, nos hemos ido acercando a la zona de los chavales.
En el Pabellón Arco Iris, en la zona naranja, están internados los más pequeños del centro. Son niños de 13,14, 15 y 16 años. Hay dos cuidadoras con ellos que en este momento estaban haciendo los horarios. En la sala, en la que se escucha una alegre música, los jóvenes estaban haciendo diversas actividades. Alejandro nos explica más cosas sobre los niños y nos enseña sus habitaciones.
Abandonamos el pabellón. En su entrada, al lado de la puerta de color naranja que le dá nombre hay una pared llena de dibujos realizados por los muchachos.
El Centro Residencial Nuestra Señora del Valle para minusválidos psíquicos gravemente afectados se inauguró en el año 1.986. Desde entonces se fue llenando paulatinamente hasta albergar a 90 residentes, que en 1.995, con la ampliación, pasarían a ser 131. Unas 116 personas, entre educadores, personal de limpieza, lavandería, jardinería, mantenimiento, ... etc. se encargan del cuidado de las instalaciones y de los residentes durante las 24 horas del día. «Un número que podría parecer excesivo (casi un empleado por interno) pero es que aquí los disminuídos es donde residen y trabajan.» Nuestra Señora del Valle es una pequeña ciudad con sus apartamentos, zonas residenciales, zonas de trabajo (talleres), zonas de ocio y juegos (teatro, gimnasio, piscinas,...) y zona de servicios (cafetería).
El centro está abierto todo el año, y aunque sus residentes son fijos –la población permanece estable y de por vida–, en periodos vacacionales algunos internos marchan con sus familias a pasar el vera-no, y otros llegan y ocupan sus plazas durante unos meses.
UNIDAD GERIATRICA
Actualmente el 36% de los residentes –el mayor porcentaje– tiene entre 18 y 29 años. Sin embargo, aunque los jóvenes son la mayor parte de la población actual, la población va poco a poco envejeciendo, por lo que Alejandro, director del centro, prevé que en breve haya que crear Unidades Geriátricas, que consistirían en adaptar alguno de estos módulos, para las personas mayores, para sus problemas de mobilidad, y a la vez habría que preparar a los educadores para atender a este tipo de personas. En esto, según Alejandro, comenzarán a trabajar el próximo mes de septiembre.
Alejandro García Montiel, actual director de este centro residencial, comenzó trabajando de educador. Durante 13 años él se encargaba de cuidar a estas personas, y hace unos diez años, cuando el anterior director tuvo que irse a Holanda, fue nombrado para sustituirlo.
«Esto de alguna manera en-gancha», comenta Alejandro director del Centro Nuestra Señora del Valle. «Una vez que te has relacionado con ellos te das cuenta del cariño que estas personas son capaces de proporcionar» –añade comentando que «Una vez que estás aquí, que has convivido con estos chicos, ya no puedes ‘escapar’», y que la gente que entra a trabajar en el centro, aunque sea por dos meses en verano, siempre guarda un grato recuerdo de esta experiencia.
La evolución del centro ha sido constante pero lenta. El número de residentes ha crecido tras crearse el nuevo pabellón en el año 95. Ahora está en marcha un nuevo módulo pequeño de seis habitaciones «que se ha hecho no con el fin de ampliar la capacidad del centro, sino de disponer de habitaciones individuales para aquellas personas que necesitan una mayor independencia al poder disponer de una mayor autonomía.» –nos explica.
El Centro Nuestra Señora del Valle da cobertura a toda la provincia de León. No es el único, pero es el que alberga los niveles de deficiencias más severas y profundas.
LA VIDA EN EL CENTRO
«Los internos comienzan por la mañana realizando diversas actividades. Se levantan, se asean y van a desayunar. Y después comienzan a trabajar en los talleres y a realizar diversos tipos de actividades. Pretendemos que su vida sea lo más normalizada posible»– nos explica Alejandro comentándonos a grandes rasgos lo que puede hacer un interno desde que se levanta hasta que se acuesta.
El centro es como una pequeña ciudad, y el estar en diferentes pabellones donde se duerme y donde se trabaja hace más agradable y normal la vida de los residentes.
Estos trabajan en talleres de velas, de madera en los que se hacen cajas que venden, «hay un taller de jardinería, hay otro taller de envasado de productos y otro de reciclado de papel. Los talleres son lugares que pretendemos que sean unos centros de trabajo donde se realizan actividades de una forma sencilla, donde personas con diferentes discapacidades puedan realizar un trabajo productivo y sentirse útiles. Su fin no es la producción.»
De hecho, según nos explican a lo largo de la visita al centro, hay residentes que se desorientan si les cae un día festivo entre semana y no pueden ir a trabajar, a hacer lo que les gusta y donde se siente útiles para la sociedad.
LA PISCINA
El centro dispone de una piscina climatizada con suelo móvil regulable a diferentes alturas. «La piscina favorece mucho a estas personas –nos explica Alejandro–, no sólo es buena a su cuerpo, ya que mejoran físicamente, sino que también es allí donde se establecen relaciones sociales con residentes de otros pabellones.»
INTEGRACION
Uno de los principales objetivos del Centro Ntra. Sra. del Valle es la integración. «La distancia a la que nos encontramos con La Bañeza lo hace un poco difícil, pero a lo largo del año realizamos diversos tipos de actividades en las que participan los chavales, como es el certamen de teatro que tuvo lugar en Ramsés y la Ronda Ciclista Internacional que se celebró hace poco. Todos los años participamos el los carnavales de La Bañeza.» explica Alejandro «pero el gran día del centro en el que La Bañeza se une y se integra es el día de la fiesta. En esta jornada de puertas abiertas la ciudad se une con estos muchachos y vé y comprueba que aquí hay grandes personas, olvidándose de los prejuicios al conocer a los internos.» Gracias a esta fiesta, según Alejandro, el recelo inicial que había al verles cuando bajaban a la ciudad hoy ha desaparecido.
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